El malestar que no tiene nombre
Vivimos en una cultura que solo valida el dolor cuando tiene una causa concreta. Si no hay una pérdida, un trauma, una crisis, parece que no hay justificación para sentirse mal. Pero la salud mental no funciona así.
Ese malestar silencioso, esa falta de motivación o disfrute, puede ser un síntoma real de algo que vale la pena escuchar.
¿Por qué pasa esto?
Existen muchas posibles causas detrás de esta desconexión emocional:
- Sobrecarga crónica: vivir en piloto automático durante mucho tiempo.
- Desgaste emocional que no se nombra ni se atiende.
- Falta de espacios genuinos de expresión.
- Expectativas ajenas que fuiste adoptando como propias.
Y también, simplemente, porque estás necesitando parar, revisar, cambiar el foco.
“No tengo motivos para sentirme así”
Esa frase es más común de lo que parece. Pero la salud mental no necesita motivos evidentes para deteriorarse. Lo importante no es si tenés o no “motivos”, sino cómo te estás sintiendo realmente.
No hace falta tocar fondo para pedir ayuda. A veces, basta con darte permiso para decir: “no me siento como quiero sentirme.”
¿Qué podés hacer?
Empezar por nombrarlo. Dejar de juzgarte por no estar “agradecida” o “positiva todo el tiempo”.
Escuchar tu cuerpo. Muchas veces, la falta de disfrute es una señal temprana de agotamiento emocional.
Hablar con alguien. No tenés que tener una crisis para ir a terapia.
Explorar espacios de reconexión. Con vos misma, con lo que te gusta, con lo que te hace bien de verdad (no lo que debería hacerte bien).
¿Y si el problema no eras vos, sino lo mucho que venís sosteniendo?
La salud mental no siempre grita.
A veces, se expresa en esa sensación de vacío que no sabés explicar, en esa falta de entusiasmo, en esa voz que te dice bajito: algo no está bien, aunque no sepa decir qué.
Escuchar eso, validarlo y animarte a entenderlo es el primer paso para empezar a sentirte mejor.
